
MADUREZ PSICOLÓGICA Y OPCIÓN CRISTIANA
Fernando A. Muñoz Mora
Universidad Católica de Costa Rica
Resumen: La crítica severa y acérrima de los que afirmaron una incompatibilidad entre religión y psicología ha disminuido. Ahora es necesario un acercamiento y un enriquecimiento mutuo entre ambas corrientes para encontrar sentido y explicación a la realidad del ser humano sin sesgo. Acercar la psicología y la religión permite encontrar la estrecha relación entre la experiencia religiosa y la realidad psíquica del ser humano, especialmente de los que tienen una opción cristiana, sea laical, sacerdotal o de vida consagrada. También permite identificar cómo la experiencia religiosa marca la psicología del individuo y viceversa. En este artículo se propone un camino de integración de la personalidad considerada como proceso de aceptación de sí para una mayor vivencia de la opción dada y que sea vivida y asumida en mayor plenitud sin que se le atribuya a Dios la responsabilidad de lo que a cada quien corresponde trabajar desde su realidad psicológica y espiritual.
Palabras clave: vida cristiana, vida consagrada, sacerdocio, estilo de vida, proyecto de vida, aceptación, autodeterminación.
Abstract: The strong critique about the incompatibility of psychology and religion is decreasing. It is time to make an effort to gather both fields, not only from a psychological perspective of a human being but also, from the religious one. Both are part of a unique reality “the human being”. It is necessary to establish a dialogue between both fields to see the individual in a holistic way, his/her psychology as well as his/her spirituality. This relationship allows understanding people who have either a Christian life option, consecrated life, or priesthood and how this option is related to individual behavior in order to know how a religious experience has an impact in the individual psyche and vice versa the psyche has an impact on a religious experience. This article is a proposal of a personality integration considered as processes of self-acceptance in order to fulfill what each one expects of his/her option as a personal responsibility and not God’s, and what each one has to do with him/herself.
Key Words: Christian life, consecrated life, priesthood, lifestyle, life project, acceptance, self - determination.

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Introducción
Estas son algunas ideas que nacen del trabajo entre psicología y religión. Religión puede ser entendida en términos generales, así budismo, judaísmo, islamismo, etc. Por ello, cuando se habla del hecho religioso, se requiere ser específico en este caso porque la referencia del artículo está dada al cristianismo, en cuanto que, como afirmó en alguna parte el P. Congar, no se puede hablar de cristianismo como una religión más porque en Jesucristo está dicho todo lo que el Padre tenía que decir a la humanidad. Es necesario continuar un desarrollo de ideas que permita identificar la perspectiva cristiana que tomara en cuenta el aporte de la psicología. Por otro lado, también es necesario abrir la discusión sobre vida consagrada, sacerdocio y opción cristiana que permita plantear lo que aporta la psicología en el proceso de madurez de la opción, como también buscar la riqueza en la integración entre lo que cada quien considera positivo de sí mismo así como lo negativo o aquello que no agrada o no se acepta. Parte de ello es debido a que no ha sido costumbre que una persona que buscara una opción por Jesús pensara en sus cualidades. Más bien se hizo énfasis en las limitaciones de cada quien, lo que había que superar para alcanzar la identidad de ese ideal, perdiendo de vista, no en pocos casos, la riqueza que cada quien puede aportar a su opción sea ésta cristiana, sacerdotal o de vida consagrada.
Cuando se rompe el mito de que religión y psicología eran totalmente incompatibles, como agua y aceite, se logra vislumbrar que ambas áreas del ser humano pueden aportar al crecimiento y comprensión del propio misterio humano y del misterio de Dios en la vida de cada quien. Los tiempos han cambiado y sin confundir los dos campos, se puede mirar en una misma dirección: el ser humano, con la particularidad de la búsqueda de una identidad cristiana que en algunas personas lleva a la opción por Cristo, en la generalidad de las personas; por el sacerdocio o por una más radical como es la perfección de los consejos evangélicos o vida consagrada.
Se entiende por “vida consagrada” la opción más radical en el seguimiento de Jesús, porque se busca un estilo de vida específico que busca imitarlo en su pobreza, castidad y obediencia, vividos en una comunidad específica de personas que han dado la misma opción. Usualmente son conocidos por el nombre de la congregación o grupo al que se afilian con un carisma específico. Si son religiosas (conocidas como monjas) hay diversas congregaciones femeninas: franciscanas, salesianas, betlehemitas, etc. La misma experiencia existe para hombres conocidos igualmente por el nombre de su congregación: capuchinos, vicentinos, jesuitas, etc .
CRISTIANISMO, VIDA CONSAGRADA Y SACERDOCIO
Por mucho tiempo en la mentalidad popular se consideró que la persona que optaba por la vida consagrada o el sacerdocio era “casi perfecta”, lo peor de todo es que muchos lo han creído; así
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es que ni el sacerdote, ni la religiosa necesitan ayuda o comprensión en el desarrollo, especialmente en el plano psicológico. ¿Razones? Puede haber muchas, pero hay una muy frecuente: ¡Dios basta…! Es opinión común. Aún hoy en conventos y monasterios algunas/os superioras/es opinan que solo Dios es suficiente para resolver los problemas que se arrastran desde edades tempranas, cuando la experiencia diaria está demostrando que hay una parte de trabajo que solo a cada quien corresponde. Dios basta cuando se ha puesto el trabajo personal; lo que se ve desde la experiencia como profesionales en psicología y en dirección o acompañamiento espiritual, en algunos casos, dice que Dios no ha bastado, no porque no ha querido, ni porque se ponga en tela de juicio el poder de Dios, sino porque el que tiene que trabajar no lo ha hecho esperando que sea Dios quien lo haga.
Pero el mismo sesgo se dio en la psicología. En épocas todavía recientes lo religioso en general, consecuentemente lo cristiano, y lo científico se consideraron irreconciliables… ¡inconcebible un psicólogo creyente! Aunque todavía se dan esos extremos de fanatismo en ambos campos ya existe una actitud más abierta y madura como para ver integralmente al ser humano. Desgraciadamente, por opiniones tan sesgadas como estas, se encuentran experiencias dolorosas en cristianos en general, en personas de vida consagrada y en sacerdotes por situaciones no resueltas. Más adelante se aborda esta perspectiva que puede indicar por un lado, mucha fe, muy necesaria en estos días dicho sea de paso, pero también un peligro por la tendencia a creer que Dios va a hacer o peor aún, que tiene que hacer, lo que a cada quien corresponde. Además de que existe también una tendencia común de hacer a Dios responsable de lo que es responsabilidad personal, especialmente cuando se trata del trabajo consigo mismo o incluso hacer a Dios responsable de lo que son irresponsabilidades humanas. O en el otro extremo creer que la psicología es la panacea que resuelve todo en el ser humano; incluso, se atreven a entrar al ámbito de la trascendencia en el individuo y como ha sucedido si ello estorba al interés de la psicología, entonces se niega. Por lo dicho, es importante hablar de madurez de la personalidad religiosa, de la experiencia cristiana y de aquella que además de tener una experiencia cristiana ha tomado una opción más radical en el seguimiento de Jesús, sea vida consagrada o sacerdo cio.
Dos palabras son importantes en lo que se expresa en este apartado: “madurez” y “cristiana”. La razón es que una toca al ámbito psicológico, más orientada a lo científico y la otra toca a la trascendencia, se orienta hacia lo más profundo del ser humano, va hacia lo eterno. Sin embargo, sea la vivencia cristiana como la realidad psicológica se da en la misma persona, no son dos personas diferentes ni dos realidades radicalmente diferentes en las que trabaja por separado lo psicológico y lo espiritual. La persona integra una realidad biopsicosocial y espiritual y desde esta realidad se da su proceso de desarrollo y madurez, en el cual cada una de estas áreas, al darse en la misma persona, interfieren o influyen en toda la persona; de manera tal que lo que ha sido deficiencia en el desarrollo
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humano, específicamente en el plano psicológico, va a tener sus implicaciones en lo biológico (lo psicosomático, por ejemplo), en lo social y en lo religioso o espiritual.
La integración de ambas me ha permitido ver la riqueza en la unión de estas áreas y sin perder su particularidad he observado cómo se refuerzan y se enriquecen mutuamente, especialmente cuando de la vida consagrada o del sacerdocio se trata, es enorme el aporte que da la psicología en la comprensión del proceso de desarrollo humano y de madurez del individuo.
Ya se ha escrito mucho sobre desarrollo humano, hay excelentes manuales (Papalia et al. , 2005; Rice, 1995). No es el objetivo de este artículo retomar estos presupuestos tan bien planteados por estos y otros autores, sino tratar de dar un aporte para que los que han optado por la vida consagrada, por el sacerdocio o tienen una opción por la vida cristiana, la vivan con una compresión clara de su propia condición humana, que mira hacia el futuro buscando la integración de la personalidad, dentro de cuyo proceso se incluye la opción dada y que mira hacia la plenitud y busca el cumplimiento de la promesa hecha hasta el último instante de la vida.
Un camino en búsqueda de la madurez
La experiencia de Dios parte de la realidad humana. Si una persona tiene su experiencia de Dios, esta experiencia se espera que sea consistente con toda su vida y todo su ser. Sería incomprensible admitir ser una persona con experiencia de Dios pero despreocupada de su área espiritual, pero sí ocupada solo en su dimensión social, por ejemplo. En realidad la persona debe ser considerada como una sola realidad. Si se estudia o se enfoca la condición espiritual de una persona o su relación con Dios y consecuentemente su opción sea cristiana, a la vida consagrada o al sacerdocio, esto va a tocar hasta lo más profundo del ser de cada quien. Igualmente al estudiar o enfocarse en el área psicológica del individuo también se puede conocer la relación con Dios porqu e toda la realidad psíquica también interactúa en la relación con Dios. Para ilustrar lo dicho, a manera de ejemplo: así como se aprende en el hogar (con el padre, la madre, entre hermanos/as) a manifestar el afecto, así se expresará en la relación con Dios; ¿por qué? Porque la relación con Dios tiene su dimensión afectiva, aunque no exclusivamente. Ante la deficiencia en este aprendizaje de comunicación afectiva, como en el caso de los hombres a quienes, con regularidad, no se les permite expresar sentimientos, se les reprime la expresión, eso mismo se verá reflejado en la relación con Dios. Al no haber aprendido esta expresión emotiva, no sabrá hacerlo en su relación con Dios. Especialmente es importante considerar la relación entre lo aprendido en el hogar y cómo eso se refleja en la experiencia y en la vida cristiana porque considérese que cuando se habla de “relaciones significativas” éstas implican el modo de relacionarse con Dios y con los otros. Es precisamente en la relación con Dios como se descubre lo que soy y lo que deseo, cuál es mi proyecto de vida de cara
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a Dios y las implicaciones que tiene mi opción cristiana en el compromiso con las otras personas. Con base en lo anterior, si se analiza la vida cristiana en una persona en particular, incluso si
se quiere desde la propia experiencia personal, se parte de la premisa fundamental que dicha experiencia está dada en un ser humano que posee también una estructura psicológica, la cual va a tener una implicación en lo religioso o espiritual, así como lo religioso y espiritual tiene su impacto en la lo dimensión psicológica. De la misma manera se debe afirmar que en todas las dimensiones de un ser humano lo que interfiere en uno de los ámbitos, sea en lo biológico, psicológico, en lo social, en lo religioso o espiritual, repercute en toda la persona, sencillamente porque el ser humano no está dividido. Se ha pretendido separar sus áreas, especialmente ignorando lo religioso o espiritual, pero esto no es posible porque no se puede mutilar al ser humano. En ambos ámbitos, religioso y psicológico, hay errores en su percepción; tanto en los psicólogos que niegan la dimensión religiosa del individuo, como en los religiosos que niegan la importancia de lo psicológico en cada ser humano. Por otro lado, el modo como se ha visto y se ha definido en el ambiente cristiano, particularmente en seminarios, conventos, noviciados y demás centros de formación, lo que significa madurez de la personalidad, no en pocos casos deja mucho que desear. Hay una tendencia a ver la madurez desde una perspectiva que enfatiza factores únicamente positivos, es decir que la personalidad y la madurez son frecuentemente vistas desde el “ideal de ser humano”, considerando ideal como aquello que cada quien tiene positivo, ignorando, negando o disimulando lo que no me agrada de determinada persona o de sí mismo. Tendencia generalizada, además de peligrosa, porque puede conducir a inclinarse a una apreciación que, además de ser parcial, no deja crecer ni madurar en un proceso sano y puede ser obstáculo también para disfrutar y alegrarse en la opción de vida por dar mucho énfasis a las limitaciones o dificultades que supuestamente hacen a la persona inmadura. En el peor de los casos, la dificultad de la persona por mantener la imagen que construyeron de sí mismo/a, con la consecuente tendencia a ocultar lo que no le gusta o considera negativo en sí mismo/a. La opción, sea ésta cristiana, o más radical aún, como es la opción por la vida consagrada o la vida sacerdotal, está para ser vivida con alegría y no en situación de frustración.
En lo referente a la acción de Dios en la vida de una persona es necesario decir algo. Cuando se habla de la gracia de Dios que actúa en todo ser humano, esta gracia o don de Dios, que en esencia es Jesucristo, va a trabajar en el ser humano sin negar su humanidad, es decir trabaja en el ser humano tal cual es cada uno. Significa que cada quien debe partir de la conocida afirmación teológica de que "la gracia supone la naturaleza humana, ni la niega, ni la ignora". Desde la naturaleza de cada quien, con lo que considere bueno y desagradable, desde esa realidad va a actuar la gracia de Dios; pero no es ni ignorando lo que se es ni siendo indiferente a lo que hay en cada uno, ni dejando a Dios la responsabilidad de hacer lo que es responsabilidad personal en el trabajo consigo mismo, como la
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gracia de Dios va a actuar. Dios actúa en esas limitaciones si estoy también actuando sobre ellas. A cada quien corresponde una parte. Dios da su gracia pero no son responsabilidad de Dios, las irresponsabilidades humanas. La acción de Dios en la vida va a ser desde la realidad de cada cual (Muñoz, 2002). Dios hará maravillas en la vida de la persona siempre y cuando no deje a Dios la responsabilidad de lo que a cada quien también corresponde. Dios actúa cuando la persona actúa. Por ejemplo, no se puede pensar en la acción de Dios para que resuelva situaciones de dificultad o de conflicto personales, no tratados o revisados. Situaciones que pueden estarse arrastrando desde la infancia o juventud. No se debe dejar a Dios la responsabilidad de hacer lo que a cada uno corresponde. Ante lo dicho ¿Qué pasa entonces con los milagros? Estos son acción especial de Dios en la vida del ser humano. Se considera intervención extraordinaria porque hay una acción precisamente en donde no hay explicación científica y sucedió algo contrario al orden de la naturaleza. Desgraciadamente mucha gente se queda esperando milagros en lugar de ocupar el tiempo en trabajar consigo mismo y permitir a Dios que haga su parte. ¿No es cierto que incluso en la Congregación para la Causa de los Santos estudian los milagros para saber si realmente lo fueron a fin de atribuírselo a quien está en proceso de santificación? Si esto es tan difícil como lo demuestra la experiencia en los procesos de canonización, ¿por qué seguir esperando milagros?, ¿no será mejor ocupar el tiempo en lo que a cada uno corresponde y dejar que Dios ayude e ilumine en este camino que a cada quien corresponde en primer lugar? Puede ser más útil para dejar que Dios haga todo lo suyo en la vida porque cada quien también está tratando de hacer lo que le corresponde.
Cuando en la vida cristiana o consagrada se habla de "perfección", no se debe confundir con perfeccionismo (Muñoz, 2002). La perfección mira a un camino que se enrumba hacia el modelo de la opción, Jesucristo; pero el perfeccionismo responde a una inadecuada percepción de lo que es una perfección en un sentido más auténtico en la vida cristiana. Quienes piensan que deben ser perfectos de una sola vez, que tienen que ser libres de toda limitación o imperfección tienden a un perfeccionismo que ya es en sí neurótico, que causa mucho problema en la vida del individuo y en el de la comunidad sea ésta comunidad cristiana, grupo apostólico o comunidad congregacional. Generalmente son personas muy rígidas e intransigentes. Se olvidan que la perfección es un camino que se lleva toda la vida y nunca será alcanzada plenamente hasta en la vida eterna, no mientras peregrinemos en esta tierra. Tal actitud manifiesta que pareciera que existe un deseo de saltarse el camino que se debe seguir para llegar a la meta. Esto no es posible, la meta se alcanza solo andando el camino y nadie puede ni cubrir la meta a saltos, simplemente porque no aguanta, ni andarlo por otra persona, como tampoco se pueden evitar las etapas por las que hay que pasar. Habrá mayor satisfacción si se asume el camino y se anda con paz, como un camino en el que se avanza hacia la perfección, pero que se requiere caminarlo. Una vida religiosa inauténtica se esconde detrás de
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parámetros de rigidez, formalismos e incapacidad para el cambio. Ya se había afirmado anteriormente (Muñoz, 2002, citando a van Kaam), …la vida es un misterio para ser vivido, no un conflicto para ser resuelto. Por lo dicho, se puede concluir que una premisa fundamental en el arte de vivir es la capacidad de cada quien de vivir sus problemas, no para verlos como problemas a resolver, sino como misterios para ser vividos; ahí se inicia la transformación.
En la medida en que se viva angustiados, ansiosos o desesperados por los problemas personales que cada quien tiene que enfrentar, muestra que no se ha aprendido el arte de vivir cristianamente. Este estilo de vida es auténtico cuando lleva a vivirlo en armonía con todo cuanto se es y con toda la existencia. Es inauténtico cuando no está en armonía con toda la realidad. La experiencia cristiana, consagrada o sacerdotal no busca hacer de los seres humanos ángeles, sino humanos en busca de plenitud. Una vida cristiana, consagrada o sacerdotal centrada en un "perfeccionismo", tal como se ha entendido y explicado arriba, no es auténtica. Requiere trabajo individual, en algunos casos también psicoterapia, y apertura a la gracia de Dios.
La propuesta que se desarrolla aquí no se hace en el sentido de invitar a centrarse demasiado en sí mismos, porque esto lleva al estancamiento en la opción, a ser ineficientes, cuando en realidad la vida cristiana, la vida consagrada o el sacerdocio debe ser fecundo y lleno de vitalidad. La personalidad conformada por Cristo, es decir una personalidad cristiana, una vida consagrada o una vida sacerdotal, hace referencia a una personalidad en la cual el modo cristiano de vivir es el modo central de toda la existencia, que integra y es el móvil de cualesquiera otras opciones que puedo y debo dar en la vida. La auténtica personalidad toma en cuenta todo cuanto se es, sea positivo, sea negativo, porque todo es parte del ser, esa es la verdad y la realidad de cada uno.
Se toman presupuestos de la psicología para entender el camino de madurez de la personalidad cristiana, consagrada o sacerdotal, por la sencilla razón de que el desarrollo humano debe ir de la mano del desarrollo de la experiencia cristiana porque es difícil pretender un adecuado desarrollo de la opción dada si no se ha buscado una adecuada integración en la personalidad o un reconocimiento del desarrollo humano. Pero así como el desarrollo humano se lleva la vida entera, pasando por etapas cada una de las cuales tiene su momento importante, así el desarrollo de la opción cristiana, de la vida consagrada o sacerdotal debe verse como un proceso que encierra también la vida entera con sus etapas, en las cuales, y de la misma manera que en el desarrollo humano, cada una tiene su aporte.
Se propone entonces identificar cómo se vive la experiencia religiosa, en términos generales para pasar a una opción que debe tomar un rumbo por el cual se continua madurando. Es decir que, en sentido general, no se trata de hablar de ser personas simplemente religiosas, porque eso abarca la generalidad del ser religioso; religiosos también son los budistas, los mahometanos, los judíos, los
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hinduistas o cualquiera otra experiencia religiosa. Aquí se parte de una opción religiosa, como punto de arranque, en cuanto que el ser humano es religioso por naturaleza, pero lo que se requiere es ir más allá. Del ser religioso se requiere pasar a dar una opción para convertirse en cristiano y de aquí a una opción más radical, del ser en Cristo, que identifica al sacerdote, a una religiosa o un religioso. Es precisamente en el seguimiento de Cristo que se descubre la vocación a seguirlo más de cerca, más íntimamente. Ser más en Cristo es identificar la vida con la de Él, “parecerse más a Jesús”. Consecuentemente, para una adecuada madurez en la personalidad de la vida sacerdotal, cristiana o consagrada se requiere integrar un proceso de madurez humana en ambas realidades, de manera tal que la realidad humana y la opción cristiana vayan de la mano para alcanzar la madurez de la p ersona.
Opción fundamental
Es importante que el individuo tenga una opción fundamental de vida, en torno a la cual todas las demás opciones giren. Esto es tan importante que si no hay una opción fundamental la vida carece de una base sobre la cual se construye toda la vida y es lo da solidez al quehacer de cada persona. Quien toma la opción para que Dios sea el centro, fundamento, base, marco, eje..., llámese
como se desee, de toda su existencia, cualquier otra opción estará en función de ésta que es l a fundamental. Toda otra opción queda supeditada a la opción fundamental, por ello se le da este nombre. Es el fundamento del ser y quehacer de toda la existencia. Una opción religiosa, asumida seriamente, cualquiera sea la denominación, implica la vida porque la moldea en sus creencias y costumbres de determinada denominación religiosa.
Cuando de cristianismo se trata, si Cristo es el modelo a seguir por su invitación y por decisión personal, se pasa de lo religioso que es más general, a lo cristiano, y dentro de esta opción por Cristo se puede encontrar una opción más radical porque se desea a ser signo de su presencia en el mundo, con un estilo de vida que tiende a asemejarse al máximo al que propone desde su estilo de vida; es entonces cuando se habla de una opción a la vida consagrada y sacerdotal. Si Cristo es la opción para que el estilo de vida sea asumido por cada quien, entonces toda la vida debe girar en torno a esto. Si Él es el centro, todo debe girar en torno a Él. Lo que es lo mismo a decir que si Cristo se convierte en el modelo que conforma toda la vida, de manera tal que todo lo que implica a cualquier otra persona, al que ha optado lo involucra de manera particular, esto es porque toca toda la vida y la existencia: la opción profesional y el estado de vida, se convierte en un sacramento de Cristo de manera especial por la consagración, mediante la profesión de los votos o la opción sacerdotal por la imposición de manos, esto es una opción más específica y radical dentro del ser en Cristo. Dado este paso, se requiere asumir existencialmente lo que han pronunciado los labios o se ha trasmitido mediante la imposición de manos del obispo, se trata entonces de camino de madurez.
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Se puede ver como un camino por el cual, primero existe la afiliación a una experiencia religiosa, de ahí se toma una opción de pasar de la religiosidad a la experiencia que me identifica con Jesús, para luego identificar que la opción puede ir más allá en una opción de especial seguimiento de Jesús imitándolo en su condición de pastor o en su condición de pobre, casto y obediente. Se trata de la acogida a la propuesta que el Padre hace en Jesucristo. Por ello, al vida de consagración o sacerdotal, antes que "renuncias" a una serie de opciones que son las comunes en la mayoría de los seres humano, se trata de acoger voluntaria, decidida, responsable y amorosamente lo que el Padre ofrece en Jesús. Con lo que se puede identificar un camino que va desde la opción cristiana, hasta lo que se convierte en un grupo más pequeño de personas que desean seguir a Jesús más íntimamente, tal cual se mencionó al principio.
De todas maneras, una persona que opta por ser cristiana implicará que su estado de vida, sea que se case, se mantenga en soltería o tome la decisión de la vida consagrada o sacerdotal, así como su estado profesional o laboral, como también su participación en política u otras alternativas en el quehacer social del individuo, debe recibir la impronta de la opción fundamental. Todo este quehacer, al recibir la impronta de la opción fundamental hará ver a la persona las cosas de manera diferente, es más le hará trabajar desde una perspectiva diferente, porque se aprende a ver desde la óptica del que es razón de ser, la opción fundamental de la vida.
Esta opción vital, en Cristo y por Cristo, irradia en los otros modos de vivir y en otras opciones de vida. Una persona que dio su opción fundamental por Cristo ya no será un político igual a la mayoría, ni una religiosa entre todas las demás, ni un sacerdote más, será diferente, será el que dejó impregnar su existencia de la opción fundamental, Jesucristo. No está dicho dando énfasis a aficiones vanidosas, sino simplemente que esta opción fundamental, Jesucristo, irradia en todos los modos de vivir, aunque no haya conciencia de ello, porque la vida dice que hay un Alguien que permite pensar, sentir, actuar, vivir de manera diferente; ya no se es por mérito personal trasparentar a Jesús, sino que como consecuencia del seguimiento y de la intimidad en Él es que se transluce en la vi da.
Cristo es propuesta, modelo de vida, con un estilo de vida específico que invita al seguimiento. De aquí que la dimensión de la opción a la vida consagrada adquiere su más alto sentido en cuanto a opciones se refiere porque si Él es “la opción”, se debe vivir como él vivió; incluso adquiere mayor sentido la opción de castidad o celibato, no se puede dar a otra persona lo que Él ha pedido. Dios tomó la iniciativa de amar (1ª Jn 4,9-10) y llama por su Hijo y en el conocimiento del Hijo invita a una mayor comunión y seguimiento de Él, esta es la vida consagrada.
Estilo de vida-proyecto de vida
El estilo de vida y el proyecto de vida van de la mano. No se puede pensar en uno sin el otro. 95

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Ambos son consecuencia de haber dado una opción fundamental. En el estilo de vida se manifiesta lo que es esencial para la persona como cristiana, como sacerdote o como quien ha optado por la vida de consagrada. Este estilo de vida es lo que permite tomar decisiones en la manera como se vive la vida cristiana o la opción en el seguimiento más radical de Jesús. Con base en él se decide con respecto a lo que es esencial en el diario vivir, tanto en lo material como en los intereses y ocupaciones, todo irá en consonancia con este estilo de vivir.
Cuando hay estilo de vida y éste se va conformando en un proceso entonces se habla también de proyecto de vida. El proyecto de vida es el estilo de vida que se está conformando marcado por la opción fundamental (cristiana) pero al que se le va dando forma y el que se va revisando de car a siempre al ideal de la vida o a esa opción fundamental que en la perspectiva cristiana es Jesús.
El proyecto de vida será entonces la concreción del estilo de vida en la propia historia. Habrá proyecto de vida en la medida en que exista un estilo de vida. Es decisión personal el estilo de vida que se vaya perfilando. Con base en este etilo de vida, se va realizando el proyecto histórico que va a animar las distintas experiencias que se viven en la condición de cónyuge, consagrado, sacerdote, soltero, en cualquier estilo de vida, en cualquier profesión o servicio que desempeñe, en la participación socio política y eclesial que viva.
Ambos, estilo de vida y un proyecto de vida, dan orientación al ser y quehacer de la vida; ambos, son el derrotero hacia donde se encausa toda la existencia. Ambos son muy dinámicos en cuanto que se revisan siempre, permanentemente de acuerdo a la opción fundamental, Jesús. Es un camino dinámico, no estático. Dinámico, no en cuanto admite todo viento de doctrinas y corrientes de pensamiento, sino en cuanto que cualquier doctrina debe replantearse, pero siempre de cara a la opción fundamental. Siempre buscando que se oriente hacia ese modelo que es Cristo de manera que sea él mismo quien permita dar énfasis a lo que es realmente importante en la acogida a su estilo de vida. Esta acogida a su propuesta es de acuerdo a las circunstancias personales de la opción, porque no es igual la exigencia que tiene el cristiano que la exigencia propia de la persona que ha optado por la vida consagrada o para un sacerdote. Esto permite dinamicidad en la vida cristiana, siempre abierta al cambio, a crecer y desarrollarse adecuadamente. Este estilo de vida debe enriquecerse y delinearse continuamente en todo el proceso de desarrollo de esta personalidad cristiana, consagrada o sacerdotal, es un modo, más que religioso de vivir, es el modo cristiano de ser y vivir.
El seguimiento de Cristo
Aunque el seguimiento de Cristo es el camino de todo aquel que lleva el nombre de cristiano, aquí se hace referencia con mayor énfasis a las personas que por su estilo de vida han tomado una opción más radical en el seguimiento de Jesús como se ha dicho, a las personas de vida consagrada o
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REV. HUMANITAS, 2008, 5(5): pp. 87-109, ISSN 1659- 1852 sacerdotes, aunque no es excluyente de todas las otras personas que han optado cristianamente.
El seguimiento de Jesús debe ser el resultado de un camino que se inició desde que se le conoció y se decidió asumirlo como opción fundamental. Pero lo que se pretende es que sea un camino que no termine y que permita a la persona madurar este seguimiento, tal como lo propone el evangelio. La opción más radical se da en la vida consagrada porque se afirma que Cristo vivió así y llama a ser signo personal suyo en el mundo.
Siendo Jesús la opción fundamental se requiere un camino para que toda otra opción y decisión reciba la impronta de la opción fundamental, ya se ha afirmado antes. Por eso, el Papa Juan Pablo II en Vita Consecrata (VC), Exhortación dirigida a personas de vida consagrada, afirma que e l fundamento evangélico de la vida consagrada se debe buscar teniendo en cuenta algunos elementos ineludibles porque son la base de esta opción.
El primero de estos elementos es la especial relación que Jesús en su vida terrena estableció con algunos de sus discípulos. Esta relación implicó una invitación a estar con Él, a acoger el reino de Dios en la propia vida y, como consecuencia, que toda la vida se orientara al servicio de la causa de Jesús y de la iglesia. La expresión de la escritura y muy bien utilizada por Juan Pablo II: "estar con Él" es el punto de partida para un camino de madurez en la experiencia de Jesús. Mucho se ha dicho al respecto, pero no se acaba de comprender que si no se está con él no se le puede conocer, y nadie da lo que no tiene. Si no se le conoce..., no se le puede dar. Por ello, se trata de conocerlo, especialmente por tres medios esenciales en la vida cristiana que busca la madurez: la oración, los sacramentos y el compromiso apostólico especialmente con los más necesitados.
La oración es estar con él, no hablando sin cesar, sino en silencio donde se puedan expresar las necesidades sí, toda persona lo requiere, pero sobre todo donde se aprende a escucharlo, porque es mucho lo que quiere decir y es mucho lo que se necesita aprender a escuchar. La oración más que una actividad es una actitud, es estar con Él. En la escucha es donde se le descubre y se penetra en la verdad de su misterio. Es camino de amistad que debe convertirse en camino de intimidad y por lo tanto de comunión; ahí es donde se profundiza, se dinamiza y se madura el sentido de la opción y el camino para acoger su propuesta y configurar la vida a semejanza de la suya. Solo quien escucha lo conoce y puede responder en solidaridad a su causa y a un compromiso que se asume de por vida. Se requiere que se despierte el deseo de estar con Él, así como lo mencionó Juan Pablo II, en
la expresión de Pedro: “ que hermoso es estar aquí!” (Mt 17,4) en esta expresión, en opinión del Papa, se encuentra el dinamismo profundo de la vocación a la vida consagrada en la expresión del deseo de estar siempre con el Señor (Jn 3,13; 15,27). No solo como una experiencia emotiva y sentimental, ¡cuidado! La más auténtica experiencia de Jesús prescinde de emociones, no las niega, no; simplemente si hay, muy bien, si no las hay… mejor, porque se madura en la convicción que por
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encima de emociones, lo sienta o no, ahí está Él; asegurando su compañía en el camino y su fuerza en la lucha. El ideal tiende a la integración entre lo racional y lo emotivo. No es negando alguna de estas realidades humanas como se logra el crecimiento cristiano.
En segundo lugar, el fundamento de este seguimiento es llevar el estar con Jesús hasta las últimas consecuencias, correr su misma suerte. Cuando se habla así, más en este tiempo, posiblemente no muchos se sientan atraídos por esta propuesta, pero es que no conocen el lenguaje cristiano, porque no conocen a quien lo propone. Quien no conoce a Jesús, no conoce su lenguaje, por eso les resulta extraño. Esto es a su vez un desafío, se requiere mostrar a Jesús para que conozcan su lenguaje de manera que les resulte familiar lo que dice y por lo tanto, entender desde la propia vida, qué es lo que pide ¿Por qué? Porque ya Él se dio. Jesús no dio algo se sí, “se dio”. Entonces llevar la opción de y por Jesús hasta las últimas consecuencias, supone dos cosas, convencernos de esta propuesta y asumirla tal cual.
El tercer aspecto que da identidad a la vida consagrada y al sacerdocio es “dar la vida”, aunque cada una de estos estados tiene su nivel de exigencia, esta entrega es igual como lo ha hecho Jesús. Él no simplemente dio algo de sí, se dio totalmente "sin pertenecerse" (Jn 4,34), lo que la teología identifica como la κήνοσις (kénosis: palabra giega que se traduce por el total despojamiento de sí o el total vaciamiento) se despoja de su condición divina, salió de sí para trasmitir el amor del Padre y comunicar la misma vida de Dios.
En cuanto a la perfección de los consejos evangélicos, Juan Pablo II dejó explícita la invitación que hace Cristo a algunos a compartir su experiencia; dicha invitación exige y manifiesta en quien los acoge tres cosas: el deseo explícito de una total conformación con Él, confesar a Jesús modelo en el que la virtud alcanza la perfección, el modo más radical de vivir el evangelio en esta tierra (VC, No. 18). Los consagrados, llamados a contemplar y testimoniar el rostro transfigurado de Cristo, son llamados también a una existencia transfigurada (VC, No. 35).
Fases del desarrollo de la personalidad religiosa
Se mencionó que cuando se habla de perfección, se excluye totalmente cualquier tendencia al "perfeccionismo". Ya queda dicho acerca de los rasgos de trastorno que tiene esa tendencia en la vida cristiana, consagrada y sacerdotal. Pero perfeccionismo no es lo mismo que camino de perfección. Este último permite la madurez de la personalidad religiosa, cristiana, consagrada o sacerdotal que busca identificarse con su modelo, Jesús. Este es un camino que lleva toda la vida. Lo que significa que no se pueden saltar las etapas del proceso porque se requiere caminar hacia donde se desea llegar. Cuando se dice “no saltar el camino” para llegar a la meta, es que no se puede pretender alcanzar la meta sin ir a través del camino de la vida y pasar por las distintas
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situaciones que cualquier ser humano pasa, sea de cualquier índole. El seguimiento de Jesús no evita pasar por la vida como cualquier mortal. Solo que quien sigue a Jesús ve las personas, las situaciones y las cosas de modo diferente. En la experiencia de cada día, cuando existe un deseo auténtico de seguir a Jesús, se pueden corregir las propias limitaciones e incluso las opciones hechas pueden ser reorientadas en torno al ideal que se persigue. Cuando se habla de limitaciones puede que duelan fuertemente porque son obstáculo para la identificación con Jesús.
Muchas de las frustraciones que se encuentran en personas con una vida cristiana u opción consagrada o sacerdotal son debidas a la experiencia de sus propias limitaciones, también al experimentar las tendencias o inclinaciones a apartarse de Dios o a decir no a Dios en la vida. La actitud de rechazo de aquello que no se quiere en si, es lo que se necesita madurar; pero hay que tener claramente establecido que es un camino por andar. Pretender no seguirlo, porque se rechaza lo que no se quiere o no gusta es acentuar la frustración. El peligro está en que en realidad, en el fondo de esa sensación de frustración, lo que existe es la negación de lo que se es en toda la realidad, aunque no guste.
Por las razones dichas y otras es por lo que este proceso de fases es una propuesta para que se pueda vivir una opción con sentido, una opción con rasgos claros de realización en medio de la verdad total de cada quien. No una verdad parcial de sí mismo; como tampoco que mire solo lo que a cada uno conviene; esto es seccionarse, dividirse, despedazarse. Tal actitud manifiesta que hay una tendencia al autorechazo o un rechazo declarado hacia lo que no agrada de sí mismo/a.
Muchos conflictos en las comunidades son debidos a situaciones no elaboradas o no trabajadas en sus miembros. La tendencia en algunos puede estar en afirmar que "el problema" son los otros, cuando en realidad el problema está dentro de cada quien.
Ser auténtico es admitir la verdad de lo que se es, sin negaciones, sin máscaras, sin disimulos. Solo quien se anima en esta aventura de reconocerse tal cual es podrá escalar la pendiente de la madurez. Autenticidad es sinónimo de verdad. En la inautenticidad se esconden los rasgos de la mentira. Lo peor… que puede pasar a un ser humano es creer sus propias mentiras; lo pésimo será… no darse la oportunidad de crecer y madurar confrontando su verdad, con paz, no sin dolor, pero con la garantía de que se puede ser l ibre.
Se presenta un proceso por pasos, no sin antes recordar que con este camino no se resuelve todo. No se puede cambiar en una semana o un mes lo que se tiene una vida de ser. Es iniciar el camino de transformación y cambio como proceso de vida que es posible cuando se desea avanzar porque lo primero que se hace es entrar dentro de si.
Recuerde que se trata de un proceso y que permite ir modificando lo que en la vida no ha dejado vivir en libertad por la manera como se ha percibido la misma, las personas y a sí mismo.
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¿Cómo se piensa de sí mismo?, ¿cómo se percibe a los demás? Y, ¿cómo se perciben los acontecimientos? Responder a estas preguntas es lo que hace que el individuo sienta de determinada manera y consecuentemente actúe de esa manera. Si se desea modificar lo que se siente, se debe recurrir a modificar lo que se piensa, sea de sí mismo, sea de los demás o de las situaciones que se viven.
El punto de partida es una perspectiva de van Kaam (1965) que, aunque modificada por quien escribe, y ya planteada (Muñoz, 2002) es considerado un excelente esquema para intentar que cada quien tenga una visión diferente de sí mismo de manera tal que, quien tiene una opción cristiana, consagrada o sacerdotal, se permita dar un paso más en la madurez de su personalidad, viendo tanto el aspecto meramente humano como el espiritual a fin de que haya una compresión de sí mismo pero de una manera integral.
Conciencia de la propia riqueza
Esta es una propuesta de un camino a seguir. El ideal es caminar en el orden de integración del proceso completo lo que equivale a decir que cada uno de estos niveles es necesario y que deben trabajarse confrontándose con la propia vida y con las diversas situaciones que se han vivido. No se va a resolver toda la vida con seguirlos una semana, es el inicio de un proceso que debe continuarse y mejor aún si se revisa este proceso con quien acompañe espiritualmente. Se trata de un camino existencial porque abarca la realidad total del ser humano.
En seminarios y casas de formación se tendió a hacer énfasis en las limitaciones que cada quien tenía puesto que fue visto como aquello que había que superar. Aún hoy, con cierta regularidad, se mantiene esta perspectiva. Esto producto de corrientes de espiritualidad de otras épocas, o espiritualidades mal entendidas. El hecho de reconocer cualidades, virtudes, valores, habilidades fue considerado vanidad y orgullo por parte de quien así lo reconocía. Sin embargo, se insta a que no se tenga miedo de ver lo que es riqueza personal, no hay lugar para la vanidad si ello es visto como don de Dios y que está al servicio a los demás. Por lo tanto, la propuesta no está enfocada en aumentar un narcisismo o un egocentrismo personal que más que beneficio traería dificultades personales y comunitarias. Reconocer la riqueza personal se ha de convertir en gratitud a Dios por los dones recibidos con los que se sirve a los demás. Además cada uno tendrá que descubrir que no es solamente un manojo de capacidades y virtudes, más adelante se verá esta perspectiva integrativa de la realidad de cada quien.
Según lo afirmado hasta aquí, el primer aspecto a considerar es que la personalidad que tiende a la autenticidad tiene que partir de la conciencia de la riqueza personal, esto es una experiencia personal, subjetiva porque está en función del descubrimiento de todo lo positivo que hay en la
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persona. La conciencia que se tenga de sí mismo en cuanto a persona única e irrepetible, expresión de la bondad divina, de su verdad y su belleza.
Cada una de estas afirmaciones merecería un desarrollo que permita clarificar cada uno de los términos. Decir expresión de la bondad, la verdad y la belleza de Dios tiene implicaciones serias en la vida de cada quien.
Para ampliar el contenido de las afirmaciones se hace necesario tomar algunas verdades teológicas que deberían estar escritas en el lugar que más se frecuente o hacia el que se dirige la mirada para que no se olviden nunca. Se afirma comúnmente que la persona es templo "vivo" del Espíritu Santo; esto vale para que cada quien también lo afirme de sí. Pero, ¿se cree realmente? Porque eso significa afirmar la presencia viva de Dios en la vida personal y de los otros. Si Dios está vivo, presente en la vida, ¿por qué hay una tendencia al desprecio de sí?, ¿por qué se rechaza lo que cada uno es? ¿Será una respuesta pronta decir que pareciera que no se quiere ser así, de esta determinada manera de ser y por eso el rechazo? Tampoco sería válida una respuesta como “así soy yo”. El hecho que no agrade como se es, ahí es precisamente donde empieza el problema. Por eso, en este primer nivel se requiere que cada quien vea lo positivo, lo que agrada de sí. Luego se verá lo que desagrada. De momento es necesario centrarse en descubrir todo eso bello que hay en sí mismo y que es expresión de esa bondad de Dios.
Otras expresiones que se predican a los demás con frecuencia también, se dicen en charlas, en grupos de apostolado es: "Dios te ama", "Dios es amor" y expresiones similares. ¿Lo cree, igualmente?, ¿está convencido/a de ello? Convicción dice que no se requiere estar recordándoselo a los demás, porque se está convencido, entonces, ¿por qué no se ve esa expresión amorosa de Dios cuando hay que ver la realidad propia en todo lo que se es?, ¿por qué tanta tendencia a la negación y actitudes de auto rechazo?
La Sagrada Escritura muestra el amor incondicional de Dios recurriendo a distintas figuras, propias de la realidad humana, el de madre, el padre, un esposo, etc. En los profetas, Dios compara su amor al de una madre: “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido” (Is 49,15s). ¿Podría una madre olvidarse de su hijo? Es como decir, ¡eso es imposible! Pues Dios afirma que aunque ese imposible se volviera posible, nunca será así en Dios para con el ser humano porque "...yo no te olvido". Ese amor es vivo en la vida de cada quien.
También lo compara con el amor de un padre: “Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como quien alza a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él para darle de comer”. (Os 11,4). El que ofrece y proporciona la caricia, mejilla con mejilla, como el que tiene el cuidado de inclinarse para ponerse al nivel del niño y darle de comer, ese es el cuidado de Dios
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para con cada uno. Pero, escrito o mejor escuchado suena muy hermoso; sin embargo, esto no es solo para leerlo o para decirlo a otros es para que se traiga a la vida y se haga experiencia. Sin confundir emocionalismo con experiencia de fe, se requiere palpar ese amor de Dios en la vida de cada quien o por lo menos la conciencia clara y la convicción que eso esta dicho para cada uno sin excepciones. Por otro lado, Dios compara su amor al de un esposo: “Porque como se casa joven con
doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios”. (Is 62,5). Dos aspectos muy útiles señala este texto para el tema que se está desarrollando. El texto presenta la unión de Dios con su criatura, como los cónyuges, y por otro lado, nos habla de la alegría del novio. Está dicho en términos de unión, de intimidad; así es la unión de Dios con cada persona. La alegría que experimenta el novio porque encontró la mujer de su vida es la misma que encuentra Dios en la unión con quien lo descubre. Pero entonces cabe la misma pregunta antes planteada: ¿Se está convencido/a de esta unión íntima de Dios con la persona? Responder con certeza dice de actitud y capacidad para identificar el amor de Dios y la alegría que experimenta con cada uno, ¿se experimenta la misma unión y la misma alegría en la unión personal con Dios?
Amanera de síntesis sobre lo dicho en este apartado hay una afirmación que resume la manera en que Dios procede con su pueblo diciendo, según lo expresa Cantalamessa (2000) “…Con amo r eterno te amé” (Jr 31,3), “¡Una frase nunca oída, en ninguna filosofía ni en ninguna religión, en boca de un dios! El “dios de los filósofos” es un dios al que amar, no un Dios que ama, y que ama primero” (p. 27). Si se cree realmente en todo lo que se ha dicho a otros o se cree por la opción cristiana, ahora es el momento de palparlo en la propia vida.
Por ello, el sentido de unidad en sí mismo es síntoma de una verdadera personalidad. Mientras el ser humano esté dividido en su interior, su proyecto de vida será ambiguo y dividido y significa que no está alcanzado madurez en su personalidad. Madurez de la personalidad dice de un proceso de integración interior y para que esta integración se dé, es necesario identificar y reconocer lo positivo que hay en cada uno, lo bueno que se ha ido cultivando y alcanzando a través de la historia de vida.
Conciencia de las propias
limitaciones
Un segundo paso requerido para un camino de integración y madurez en la personalidad cristiana es: la conciencia de las propias limitaciones. Este aspecto es precisamente lo contrario del anterior. En la primera fase la conciencia de ser único y de la unidad interior, es lo que prevalece; pero conociendo las limitaciones se descubre lo que “no deja ser”. Se trata de identificar aquello que no deja alcanzar una humanidad más plena, esas actitudes y motivaciones egoístas que surgen en la
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vida y que atentan contra las relaciones interpersonales, contra la vida comunitaria y la comunicación adecuada y asertiva con los otros seres humanos, aquello que lleva a ambicionar lo que no se tiene y que hace desear con rencor, rabia o resentimiento, lo que otros tienen. Se trata de todo eso que no gusta de sí mismo y que se constituye en infidelidad al Dios que ha amado eternamente. Sin embargo, en medio de las limitaciones se puede reconocer la gracia de Dios como fuente del ser y se descubre que se necesita de las personas que nos rodean. Se necesita de los otros para darle sentido a la vida porque solo, no se es nada, con los otros se es todo. En soledad se es estéril. San Pablo recuerda esta fase de la vida ilustrándola con su propio testimonio de pobreza y pequeñez cuando afirma: “Realmente mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la ley en que es buena; en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí. Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, más no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí”. Rom7, 15-20). Si el mismo San Pablo experimentó la conciencia de sus propias limitaciones ¿Por qué existe en el corazón de cada uno la tendencia a resistirse a ver lo que no le gusta? De hecho existe, está ahí y es parte de cada quien. Se requiere dejar de pelear consigo mismo. Cuando se acaba el pleito interior se acaban los pleitos exteriores. Lo que equivale a decir que cada uno no es únicamente lo positivo del modo de vivir, sino también lo negativo, que con la gracia de Dios se va aprendiendo a darle un cause adecuado como camino que permite crecer; crecimiento que se hace posible precisamente por la capacidad de ver lo bueno y aceptar también lo que no agrada en sí mimo/a. Por ello, se requiere una tercera fase.
Autoaceptación
Esta fase se denomina autoaceptación. Desde esta fase se puede comprender el por qué la insistencia en aprender a ver toda la realidad personal sin ignorar ninguna de sus partes, tanto la conciencia de riqueza personal como la conciencia de las propias limitaciones. Ambas son parte del todo de cada quien. No es sano estar negando cualquiera de esas partes. Negarlo no hace que desaparezca eso que no gusta como tampoco negando que se tengan cualidades y bondades se resuelvan las situaciones de vida.
Este paso es de capital importancia porque acabado el disgusto interior, el rechazo de sí mismo y dándose la aceptación de sí, tal cual se es, entonces se puede encontrar la paz interior. La aceptación de sí mismo es un gran desafío porque se trata de aceptar todos los aspectos del propio cuerpo, la diversidad de las emociones, pensamientos, deseos, las propias sombras, todo como parte integrante de la personalidad. Existe la tendencia a censurar las sensaciones desagradables, el
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malestar, las emociones que avergüenzan, pensamientos molestos, deseos indecentes; hay una tendencia a evitar y rechazarlos como fenómenos inaceptables. Todo esto lo que hará es aumentar el volumen de la propia sombra. Lo que no se quiere reconocer y aceptar en sí mismo seguirá actuando en la persona a pesar de nuestra voluntad (Monbourquette, 2004).
Es común encontrar personas con actitudes de autorrechazo y negación de aquello que no aceptan en sí mismos. Eso es lo perjudicial por lo que se hace necesario un trabajo personal por cambiar esta actitud. El autorrechazo y no aceptación, tan frecuentes en el corazón de la persona, son destructivos. Ver el todo de sí mismo, lo bonito y lo feo, lo que agrada y lo que desagrada de sí; darse la oportunidad de aceptar esas limitaciones como un camino que va a permitir a cada uno a trabajarlas mejor y lograr abrazarse con respeto, entonces empieza el camino de integración y de madurez en la personalidad en toda la dimensión del ser humano.
Aceptación y respeto hacia sí mismo permite experimentar una personalidad que va tomando rasgos de autenticidad. Ya se ha dicho, lo auténtico es lo que permite ver la verdad, donde no hay mentira, donde puedo ver la realidad. No es sentirse orgullo/a de las propias limitaciones, sino tener respeto y aceptar lo que se es puesto que se está en proceso. Solo quien se abraza con respeto y consideración es capaz de experimentar paz en sí mismo porque ve un camino por andar. Se posee valor, se es importante, la persona se trata con respeto y se espera de los demás el mismo trato; se tiene dignidad personal; la persona se descubre digna de ser apreciada, de ser querida, pero eso inicia en el interior de cada quien.
En palabras de Bonet (1997), “Si no nos valoramos en lo que realmente valemos, si no reconocemos y apreciamos las cualidades y talentos que realmente poseemos, si no aceptamos con serenidad nuestras limitaciones, seremos presa fácil de la inseguridad y la desconfianza en nosotros mismos; nos será más difícil afrontar y superar los problemas de nuestra vida cotidiana; nos será casi imposible emprender proyectos arriesgados, pero accesibles a nuestras posibilidades…” (p: 19).
Por su lado Monbourquette (2004) dice…“Quien se estima correctamente recuerda sus éxitos pasados y encuentra en ellos un aliciente” (p: 35). Se trata de mirar el futuro con optimismo realista, reconocer sus posibilidades y potencialidades de cara a una vida que se está construyendo. Aceptarse no es lo mismo que gustarse, ni menos aún que desinteresarse por el propio desarrollo personal. “Hay tanto de bueno en el peor y tanto de malo en el mejor que es absurdo condenar a nadie” Proverbio hindú (citado por Bonet, 1997. p: 49).
Autorrealización
Dicho lo anterior, ¿qué se puede esperar en la fase que sigue? Pareciera obvio, pero hay que decirlo. El camino seguido hasta aquí dice que habiendo visto la propia riqueza, habiendo tenido la
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capacidad de también ver la pobreza y aceptándose totalmente con lo positivo y negativo entonces se puede arribar a una cuarta fase en la integración de una personalidad cristiana, consagrada o sacerdotal: la autorrealización. Es esa sensación de integralidad, aunque no alcanzada, se ve con esperanza porque se puede avanzar. Ya no hay estancamiento, se visualiza un camino a seguir. Ya cuando se ve salida, se devuelve la paz a esa inquietud interna y a la tendencia a estar en pleito consigo mismo.
Se trata de la concreción de las propias cualidades y potencialidades dentro de la situación de vida en la que se está desenvolviendo cada quien. Estas mismas potencialidades permiten superar o aprender a manejar lo que no agrada de sí. Hay situaciones de vida que no se pueden eliminar o erradicar del todo. Entonces, ¿qué queda? Aprender a manejarlas. Por ello, en este camino, la realización da esa sensación de gozo, de crecimiento sano porque se ha tenido la capacidad de verse y aceptarse con paz dándose la oportunidad de caminar para crecer. Se trata de revitalizar lo positivo que se tiene en cada uno y trabajar con lo negativo para ir dando forma a lo que se desea ser o a lcanzar.
Autodeterminación
El quinto aspecto es la autodeterminación. Esta es una perspectiva dinámica y constructiva, es una visión antropológica muy saludable y necesaria. Es afirmar que el ser humano no está determinado por situaciones de su pasado. Ya Adler lo identificó cuando escribió que el ser humano no es un recipiente pasivo de influencias genéticas y ambientales. Si bien es cierto no se pueden negar estas influencias que proceden del entorno familiar, escolar, de grupo de pares, o situaciones experimentadas de manera, si se quiere, hasta traumática, cada cual da a su vida la orientación que decide. Por ello, autodeterminación. El ser humano es ser pensante, con voluntad para decidir qué quiere de su vida. Consecuentemente, cada quien opta por lo que cree que está en consonancia con su modo fundamental de vida y con su estilo de vida. Lo importante es "llegar a ser", con lo que se subraya que el proceso en el que cada uno debe estar involucrado está en función de la decisión por Dios, por los otros y por el mundo que requiere del testimonio de quien ha optado.
Libertad personal
Por último, el don más elevado para el ser humano es: su libertad personal. Libertad que no significa inmadurez infantil ante las responsabilidades o la evasión de sus obligaciones. Al contrario, las acepta, las asume y decide por ellas. El ser humano que no reconoce sus límites no será nunca libre. Se trata de una auténtica libertad cristiana que es contraria al libertinaje. “Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud” (Gal 5,1). No es concebible una opción por la vida consagrada o por el sacerdocio vivido
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REV. HUMANITAS, 2008, 5(5): pp. 87-109, ISSN 1659- 1852 en frustración o amargura. Dios no llama para la frustración o la esclavitud, invita a la libertad.
Con alguna regularidad se encuentran personas frustradas, también en vida consagrada y sacerdotal, que vierten sus conflictos no resueltos en la comunidad o en las mismas parroquias. El conflicto manifestado no es ni más ni menos que el reflejo del conflicto interior. La indicación de San Pablo es clara: “Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por amor unos a los otros” (Gal 5, 13).
Por ello, se ha hablado de opción vital o fundamental y de un proceso de aceptación de la grandeza y de la pobreza personal que no implica de ninguna manera conformismo, todo lo contrario, es el reto de conocerse y asumir la vida con todo lo que se es y se tiene para una adecuada integración armónica de todo el ser. Así vista, se puede hablar de una vida cristiana, sacerdotal o consagrada que va en camino de madurez.
Es la libertad personal la que permite identificar la misión que se tiene en el mundo. La opción a la vida cristiana, consagrada o sacerdotal es una experiencia de entrega y donación libre, pero requiere ser asumida en sacrificio, dijo alguien “con actitud heroica”. El anhelo del alma, de los más profundos que pueden existir, ha de ser la entrega por los demás. No hay entrega más sublime, llámese sacerdocio, vida consagrada, vida cristiana como es la de tantos/as que se entregan para que este mundo sea mejor. Se requiere responsabilidad para ver con madurez, las limitaciones, el camino por andar, las competencias y el mejor modo de realización al servicio de Dios y del mundo. El fin es Jesucristo y las personas, todo lo demás es medio para alcanzar el ideal supremo.
Conclusiones
Este proceso, el aquí señalado, puede dar respuesta al esfuerzo que las personas hacen en la integración de sus capacidades, potencialidades y áreas específicas de su vida, con el fin de vivir una opción asumida, que en este caso es opción cristiana, y que ésta esté supeditada a la opción fundamental; en el cristiano tiene un nombre específico, dicha opción fundamental es Jesús.
Por la condición humana es común encontrar a las personas con una opción fundamental pero que en su vida muestran una serie de contradicciones, producto de las limitaciones que todo ser humano tiene. Por otro lado, hay situaciones de lucha interna en el corazón del ser humano, que son reflejo más de una confrontación interior por la dificultad de aceptarse tal cual se es o una no aceptación. En estas experiencias puede existir la tendencia de pretender que sea Dios quien haga en cada uno lo que solo a cada quien corresponde. Por ello, se ha hablado de la responsabilidad de cada persona en asumir la vida tal cual es.
Plantear una opción fundamental es “conditio sine qua non” para lograr definir establemente la vida de la persona que desea consolidar una experiencia cristiana. Por ello, la propuesta es Jesús
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como opción fundamental, en torno al cual gira la vida entera y los roles que se asuman en la sociedad; sean cuales sean, deben tener la impronta de la opción fundamental porque no se puede llamar cristiano quien asume la vida medias o solamente Jesús es opción fundamental en algunas ocasiones. La opción fundamental marca la existencia del individuo en todas sus dimensiones, actitudes, compromisos y papeles que se desempañan en la sociedad.
Si hay opción de vida, el estilo de vida va a tener las cualidades y características propias de un estilo de vida marcado por aquel que se constituye en opción fundamental. Habiendo opción fundamental, esta es la que marca el estilo de vida propio del nombre de cristiano y consecuentemente queda el camino por el cual se va desarrollando ese estilo de vida con la respectiva impronta de la opción fundamental.
Si todo cristiano es llamado de diversa manera, según su opción a imitar a Jesús pobre, casto y obediente, un consagrado o un sacerdote lo escogió de manera radical. Cuando este modo cristiano de vivir es el centro de la vida, se abre en actitud de escucha a Dios descubriendo su presencia tras el velo de la vida diaria.
La vida cristiana no está hecha o terminada. Es un camino de vida; por ello, se requiere trabajar responsablemente en lo que cada quien es. Reconocer lo positivo e igualmente lo negativo que hay en cada quien es el camino que permite integrar y ver con esperanza la opción dada en perspectiva de realización. No se puede experimentar paz y avanzar por el camino por el cual se ha optado si se está en conflicto consigo mismo/a. Una persona enemiga de sí misma, no puede ser amiga de nadie, ni de Dios; hasta con El vivirá en conflicto, su vida espiritual se constituirá en pleitos y discusiones internas interminables, basadas en quejas y reclamos que no corresponde a Dios r esolver, como se ha dicho.
Para mucha gente en la actualidad la vida es "una fiesta". Pero es una celebración vacía y lo es porque requiere que se llene artificialmente; cuando los efectos de lo que consumieron para producir la fiesta se acaban, se vuelve al mismo vacío por el cual buscaron cómo producir esa alegría falsa y artificial que tiene su fin. Están siendo víctimas del hedonismo, del consumismo, perdieron la perspectiva del ser y se centraron en el tener. Pero ese es el gran reto. Tarde o temprano verán el vacío que se produjo en sus vidas, entonces se preguntarán por aquello que puede dar lo que nunca consiguieron por ese camino. Ese es el momento de ofrecer a Aquel por quien hemos optado y presentar el seguimiento de Jesús porque “lo estoy siguiendo”. Se puede mostrar porque es opción fundamental que conforma un estilo específico de vida, el cual se va desarrollando en la historia propia de la persona.
Por ello, se habló de fases en el desarrollo de la personalidad religiosa con lo que se pretende mostrar que el camino de madurez en el plano psicológico, el que sigue cualquier ser humano, debe ponerse
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al nivel del desarrollo de la experiencia cristiana. La inmadurez en la conformación de la personalidad va a repercutir en la madurez de la personalidad cristiana. No se puede pretender madurez en la opción cristiana dada si no se está contento o satisfecho como se es, si no hay aceptación de sí mismo que sería sinónimo de conflicto interno. Hay una tendencia a no querer ver la verdad de cada quien o lo que es lo mismo, negarla. Ello manifiesta conflicto interior porque no hay armonía en el interior de la persona y es precisamente la armonía interior lo que da la sensación de realización.
Cuando el ser humano se experimenta con cualidades y defectos, cuando es capaz de aceptarse y ver un camino de realización, cuando puede dar a su vida la orientación que desea porque tiene como base su opción fundamental, entonces y solo entonces, logrará descubrir dentro de sí que se trata de un camino a recorrer. Nada está acabado, nada está hecho, todo está por hacer. Dios no actuará por encima de la libertad de la persona ni hará lo que a cada uno corresponde.
Se ha mostrado un camino a seguir, pero en algunos casos se requerirá mayor tiempo y trabajo para realizar esa integración deseada. Una integración que no termina. Solo quien sea capaz de ver tanto lo hermoso de sí, como lo que desagrada, será quien experimentará la alegría de ser lo que es, como un camino de superación. No se puede iniciar un camino de crecimiento mientras viva en un pleito continuo conmigo mismo/a. La paz interior y la madurez de la personalidad cristiana se va alcanzando cuando se es capaz de ver el todo de cada quien, con respeto. Esa aceptación de sí mismo/a es lo que da la posibilidad de realización porque se tiene la convicción de que la vida tomará el rumbo que cada quien decida. Es un camino de superación y crecimiento y nunca desde una dimensión determinista. El ser humano tiene la capacidad de dar a su vida la orientación que quiera por difíciles que hayan sido los tiempos pasados. La acción de Dios, por su gracia, será eficaz en la medida en que cada quien trabaje consigo mismo en la consecución de su libertad personal.
No se ha tratado aquí acerca de lo que sucede en la vida de personas que padecen situaciones patológicas; no es el momento, ni es lo oportuno, habrán ciertas situaciones que han generado patologías pero requieren intervención psicoterapéutica y acompañamiento espiritual. Ambas como una alternativa de integración y de ayuda a la persona a crecer integralmente
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