
PITÁGORAS
LA TRANSMIGRACIÓN DE LAS ALMAS
Víctor Alvarado Dávila
Escuela de Estudios Generales Universidad de Costa Rica
Alexis Francisco Sandoval Vásquez
Escuela de Estudios Generales Universidad de Costa Rica
Resumen: En este artículo se estudia el tema de la “trasmigración de las Almas”, concebida por la escuela pitagórica, poniendo de manifiesto los rasgos más característicos de esta doctrina, la cual va desde la purificación del alma como un medio de aspiración a la salvación, hasta llegar a la tesis que afirma no sólo que el alma existe, sino que esta última es inmortal.
Palabras clave: trasmigración anímica, alma, pitagorismo, orfismo, psyche, metempsicosis, transcorporeidad, supraterrenal, purificación, encarna ción.
Abstract: In this article the subject of study is the trasmigration of the souls, conceived by the Pythagorean school, showing the most unique characteristics of this doctrine, which goes from the purification of the soul as a means of desiring salvation, up to arriving at the thesis that affirms not only that the soul exists, but that it is immortal.
Key Words: psychic transmigration, soul, Pythagorism, orfism, psyche, metempsicosis, transcorporeity, supraearthly, purification, incarnation.

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REV. HUMANITAS, 2008, 5(5): pp. 54-65, ISSN 1659- 1852 GÉNESIS DE LA TRASMIGRACIÓN DE LAS ALMAS
La doctrina más desarrollada de la transmigración de las almas la podemos encontrar en la literatura hindú, no obstante a pesar de no encontrarse rasgo alguno en las escrituras más tempranas (Rig Veda), parece que la idea fue desarrollada en un período más tardío en el Upanishads 600 A.C.
Esta concepción del destino humano después de la muerte parte de la creencia de que estos últimos nacen y mueren repetidas veces y se considera a las almas como emanaciones del espíritu divino; y cada alma pasa de un cuerpo a otro en un ciclo continuo de nacimientos y muertes, estando su vida terrenal determinada por sus continuas acciones en vidas anterio res.
De esta manera la transmigración anímica está íntimamente relacionada con el concepto de Karma (acción), que implica la resolución inevitable, para bien o para mal, de toda acción en una existencia futura. “Toda experiencia de vida, tanto feliz como dolorosa, es sólo una recompensa por las buenas o malas obras hechas en existencias anteriores. El ciclo del karma y transmigración puede extenderse a través de innumerables vidas; el objetivo último es la reabsorción del alma en el océano de la divinidad de la que provino” (Head, 1967: 225) De acuerdo con este punto de vista la unión entre el cuerpo y el alma, ocurre cuando la persona logra comprender la verdad acerca del alma y lo Absoluto (Brahma) y el alma se hace una con Brahma. Contrariamente esta idea se piensa que el budismo también implica la transmigración del alma, pero la doctrina budista clásica del anatta ("ninguna alma") rechaza específicamente la visión hindú. El budismo rechaza de forma taxativa la existencia del atmán. Sin embargo, su conceptualización de la cadena causa-efecto de los renacimientos es en la práctica indistinguible de la doctrina hindú de la transmigración. Desde tiempos antiguos, diversas sociedades, inclusive las que abrazaron las principales religiones orientales u occidentales han creído también en diversas formas de transmigración anímica. Suponían que el cuerpo está habitado por una sola alma o esencia vital, que se creía que se separaba del cuerpo con la muerte (y también en el sueño), saliendo por la boca o por la nariz. Separada del cuerpo tras la muerte física, el alma busca un nuevo cuerpo donde vivir, y si fuera necesario entrará en el cuerpo de un animal o de alguna otra forma de vida in ferior.
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El tema de la transmigración de las almas, a veces llamada metempsicosis parte de la idea de que el alma puede rotar de un cuerpo a otro sea humano, animal o vegetal. Es la Teoría que supone o enseña que la transmigración de las almas, se realiza a través del viaje que realiza esta última de cuerpo en cuerpo hasta la hora su reposo eterno. Esta idea aparece en las creencias egipcias antiguas y probablemente de ellas pasó a los griegos y a otros pueblos, como eco del deseo o de la esperanza en la supervivencia del hombre después de la muerte. Esta noción era conocida en la Grecia antigua, especialmente en el orfismo, y fue adoptada primeramente por la escuela pitagórica.
El origen de la concepción de la trasmigración anímica, en la escuela pitagórica, tuvo un antecedente en Férecides, maestro de Pitágoras. Al respecto, señala Cicerón: “Ferécides, fue el primero que dijo que las almas de los hombres son inmortales”. (Hegel, 1983: 214).
La teoría de la trasmigración de las almas como señalamos anteriormente fue difundida en La India y Pitágoras, según Herodoto, la toma de los egipcios los cuales creían en la transmigración de las almas; razón por la cual al sobrevenir la muerte el cuerpo era embalsamado para protegerlo a fin de que pudiera acompañar al mundo siguiente al ka una fuerza alentadora que era la réplica del cuerpo.
Entre los antiguos griegos la trasmisión de las almas era una doctrina asociada de forma estrecha a los discípulos del filósofo y matemático Pitágoras, para quién el alma sobrevive a la muerte física, siendo inmortal y quedando confinada en el cuerpo. Tras una serie de renacimientos en otros cuerpos, y siguiendo a cada renacimiento un periodo de purificación en el averno, el alma queda libre para siempre del ciclo de las reencarnaciones. Al respecto señala Herodoto: “Dicen los egipcios que los que gobiernan bajo (tierra) son Deméter y Dionysos. También son los egipcios los primeros que afirmaron que el alma del hombre es inmortal y que, al corromperse el cuerpo humano, ingresa siempre en otro ser vivo que nace. Y después de pasar por todos los seres terrestres, marítimos y volátiles, nuevamente ingresa en un cuerpo humano que nace y el ciclo se produce en tres mil añ os. Algunos griegos se han servido de esta doctrina, unos antes, otros después, como si fuera propia de ellos: aunque yo sé los nombres de ellos, no los escribo”. (Poratti, 1980: 201). Para Hegel, estos griegos que Herodoto no escribe, son Pitágoras y sus discípulos.
Bajo la influencia de Orfeo, el poeta mítico, nace la religión Órfica que, a la vez que adoran a Dionysos, su Dios, creen en la trasmigración de almas; esta idea posteriormente influirá en Pitágoras. Al respecto, Para Augusto Messer, (1939) los órficos estaban organizados en comunidades religiosas, que adoraban al dios tracio Dionysos y cuya fundación remonta al poeta mítico Orfeo. De él tomó, sin duda, Pitágoras, su idea de la trasmigración de las almas.
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REV. HUMANITAS, 2008, 5(5): pp. 54-65, ISSN 1659- 1852 Ciertamente existió una gran relación entre el orfismo y el pitagorismo, pero también es cierto
que resulta difícil escudriñar con precisión las relaciones entre ambos. En el orfismo se encuentra una organización comunitaria, donde los individuos la integran por medio de la iniciación y la f idelidad al estilo de vida en comunidad.
La Escuela pitagórica como comunidad religiosa: “Profesó desde el principio cierta afinidad con el orfismo, fundamentalmente en la creencia de la inmortalidad de las almas, la metempsicosis y la práctica de los ritos catárticos. Como afirma Coplestón (1974) No es lo entusiástico de la religión dionisíaca lo que vincula al orfismo con el pitagorismo, sino más bien, el que los iniciados órficos, eran instruidos en la doctrina de la trasmigración de las almas, de tal modo que, para ellos, lo importante del hombre era el alma y no el cuerpo que la aprisiona.
Con todo esto podemos afirmar que dentro de la doctrina promulgada por Pitágoras y sus discípulos converge la convicción de la inmortalidad del alma, la aspiración a la salvación y, para conseguirla, se prescribe un modo de vida determinado que comporta una purificación a través de la contemplación intelectual.
Pitágoras
La doctrina de la trasmigración que supone la encarnación del alma, es asumida inmanentemente por Pitágoras. Según se dice, este aseguraba que había encarnado en otros cuerpos y en otras vidas anteriores, en donde su alma siempre fue la misma. Pitágoras manifestaba que, gracias a la conciencia que Hermes le había dado, él recordaba sus vidas anteriores; afirmaba, que antes de ser él mismo, había sido Etálida, Euforo, Hermótino y Pirro, y posteriormente Pitágoras. Heráclides de Ponto, cuenta que Pitágoras: “Una vez había sido Etálida y considerado hijo de Hermes, y que este último le dijo que eligiera lo que quisiese, excepto la inmortalidad. Entonces le pidió que le conservara vivo o muerto, la memoria de lo que sucediera. De ahí que se acordara de todo y, después de morir mantuviese la misma memoria”. (Poratti, 1980: 161).
Las encarnaciones del alma de Pitágoras fueron muy difundidas, aún en las posteriores religiones esotéricas. Ya Diógenes Laercio (VIII, 14), como historiador de la filosofía, incluía en sus escritos pasajes referentes a Pitágoras y sus doctrinas que bien podríamos ubicar en el orden de lo místico-religioso. Por ejemplo, señala que Pitágoras, antes de ser él mismo, había vivido como Etálida, hijo de Panito, el que diera muerte a Patroclo, siendo muerto a su vez por Menéalo; más tarde había sido Hermótimo; después un tal Pirro, pescador de Délos, y vivió en conjunto más de 207 años. Se cuenta que el escudo de Euforbo había sido ofrendado a Apolo por Menéalo y Pitágoras, sabiéndolo, se dirigió al templo, donde dio señas del apolillado escudo que antes eran desconocidas y que sirvieron para reconocerlo. (Hegel, 1983: 214). También se dice que después de la muerte de
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Pitágoras, este hacía trasmigrar su alma a otros cuerpos, que por lo general eran de aquellos que seguían sus doctrinas. Se dice que: “… A veces una sacerdotisa, que entraba en éxtasis bajo la voz armoniosa de Pitágoras, parecía encarnar en su actitud y en su rostro radiante, la inefable belleza de su visión y los discípulos, sobrecogidos por un religioso escalofrío, miraban en silencio. Pero pronto el maestro, con gesto lento y seguro traía a la tierra a la prophantida inspirada. Poco a poco sus facciones se distendían y caía en brazo de sus compañeras en un letargo profundo, del que se despertaba confusa, triste y como agotada de su vuelo. (Schure, 1987: 391).
El alma
En el pitagorismo muchas veces el alma es entendida como una especie de polvillo que se agita en el aire, y como el principio de movimiento del cuerpo. Según Aristóteles: “El alma se mueve a sí misma y mueve también, por tanto, al cuerpo que se halla entrelazada con él; está formada por elementos y dividida con arreglo a los números armónicos, para que esté dotada de sensación a ella”. (Hegel, 1983: 213).
Para el pitagorismo el alma es introducida en el cuerpo del recién nacido con la primera respiración, constituyendo así el principio motor. Y se libra del cuerpo con el último aliento vital, dando lugar a la muerte, para que luego el alma pase de un cuerpo a otro, de hombre o animal. El alma sumamente confundida, una vez introducida en su nuevo cuerpo, en su nueva cárcel se dice: “Yo no soy de este mundo, porque él no basta para explicarme. No vengo de la tierra y voy a otra parte. (Schure, 1987: 372).
Pitágoras consideraba el universo como un ser vivo, animado por una gran alma y penetrado por una gran inteligencia. La región sublunar es la esfera donde se ejerce la atracción terrestre y es conocida como el círculo de las generaciones. Para los iniciados en los misterios del pitagorismo, la tierra es la región de la vida corporal, en donde se llevan acabo la encarnación y descarnación de las almas.
Para Pitágoras hay un alma universal que evoluciona durante millones de años y los reinos y las especies y las almas vivientes, aparecerán sucesivamente en los astros y ellas emanan de un orden espiritual inmutable y superior, así como evolución material anterior, es decir, de un sistema solar extinguido. (Schure, 1987: 369).
Existen diversos tipos de almas. Están las almas minerales y vegetales enraizadas en los elementos terrestres. Las almas animales, que están sumamente atraídas por el fuego terrestre y, por último las, almas humanas, que provienen del cielo y vuelven a él después de la muerte (Schure, 1987: 375). Supuestamente Pitágoras promulgaba la evolución anímica, en donde las almas regresab an, progresaban del mundo animal al mundo humano y, por último del mundo humano trasmigraban a
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otro mundo humano superior hasta su purificar su alma viviente, para retornar finalmente al alma universal. Pitágoras desarrollaba filosóficamente lo que también enseñaban los misterios Eleusis: el progreso de los reinos ascendentes, la aspiración del mundo vegetal al mundo animal, del mundo animal al mundo humano y la sucesión en la humanidad de razas de más, en más perfectas. Ese progreso no se cumple de un modo uniforme, sino en ciclos regulares y crecientes, encerrados unos en otros. (Schure, 1987: 391).
La idea del alma como principio motor proviene de los primeros pitagóricos, pues ya Alomeón de Trotona afirmaba que el alma es inmortal, porque tiene cierta semejanza con las cosas inmortales, y tal semejanza está en el continuo moverse, ya que las cosas divinas se mueven siempre: la luna, el sol, los astros y todo el cielo. Aquí tiende a precisarse el movimiento continuo del alma, que, a semejanza de los astros, debe ser circular: es pues, el ciclo del nacimiento o de la trasmigración, afirmado por los órficos y por Pitágoras. “… Y no sólo los astros celestes giran en círculos fijos, sino que también los animales se encuentran envueltos en rodeos, y las almas reconocen un ciclo”. (Mondolfo, 1983: 55).
Sintetizando lo anterior, podemos decir que Alomeón “reconocía al cerebro como sede del pensamiento, concebía al alma como movimiento circular y la comparaba en consecuencia con los astros”. (Chatêlet, 1984: 3 4)
Pitágoras
El pitagorismo sostiene que el alma se introduce en el cuerpo como un castigo a las faltas cometidas en el otro mundo, y tiene que llevar una vida de purificación para poder volver a lo Uno. El alma procede de otro mundo, “se ha manchado con el pecado y ha de llevar ahora, encadenada al cuerpo, una vida de expiación y recobre entonces su primitiva espiritualidad”. (Hirschberger, 1977: 50).
Para Platón el alma vivía antes de unirse accidentalmente con el cuerpo. Cuando el cuerpo muere el alma sigue viva, por lo que cree en la reencarnación. Este planteamiento guarda cierta similitud con la idea de inmortalidad del alma del cristianismo, pero con la diferencia de que este último no acepta la reencarnación ya que considera que el alma es única.
En Platón el alma es inmortal, es eterna, preexistente, inmutable, no sujeta al cambio, y por completo espiritual. Cómo el mismo señala “Partiremos de este principio: toda alma es inmortal, porque todo lo que se mueve en movimiento continuo es inmortal. El ser que comunica el movimiento o el que le recibe, en el momento en que cesa de ser movido cesa de vivir, sólo el ser que se mueve por sí mismo, no pudiendo dejar de ser el mismo, no cesa
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jamás de moverse; y aún más, es, para los otros seres que participan del moviendo, origen y principio del movimiento mismo”. (Platón, 1957: 68).
La idea de la inmortalidad del alma es probable que la haya adquirido también de la tradición órfica. No obstante, para Platón una vez que está ha entrado en el cuerpo tiende a hacerse impura por su asociación con las pasiones humanas; sin embargo conserva un mínimo conocimiento de las existencias anteriores. La liberación del cuerpo se produce en exclusiva cuando el alma ha pasado por una serie de transmigraciones. Si el alma ha tenido buen carácter en sus diversas existencias puede regresar a un estado de ser puro. Pero si su carácter ha continuado deteriorándose en sus transmigraciones acaba en Tártaro, el lugar de eterna condenación.
En Aristóteles (De anima, I, 3) se ofrece una crítica radical a la doctrina anímica del pitagorismo. Según Aristóteles, los pitagóricos solo intentan descifrar cómo es el alma, pero no especifican sobre cómo se comporta el cuerpo al recibir el alma, como si cualquier alma pudiera introducirse en cualquier cuerpo: “No determinan por qué causa el alma mora en el cuerpo ni cómo se comporta éste hacia ella”. (Hegel, 1983: 215).
La trasmigración de las almas
La doctrina de la trasmigración anímica (supone, como la palabra lo dice, el paso de una alma a otro cuerpo; sin embargo, estos cuerpos o estas formas no son solamente humanas, también pueden ser formas animales o vegetales. Recordemos que para Empédocles, “el alma se viste con toda la variedad de formas de animales y plantas”. (Poratti, 1980: 204).
No obstante, aún hoy día, la metafísica prevalece y temas como las demostraciones de la existencia o no existencia de Dios siguen siendo interesantes en el ámbito de la divagación filosófica. Pero eso no implica necesariamente que otras temáticas como la trasmigración de las almas, a pesar de ser enriquecidas por una escuela filosófica y científica como la pitagórica, merezcan ser incluidas como problemas filosóficos.
Emile Bréhier hace una crítica extraordinaria de la doctrina de la trasmigración de las almas, sosteniendo que ella no es producto de una reflexión filosófica. Veamos: “La doctrina de la trasmigración de las almas a través de los cuerpos de hombres y animales, que un antiguo documento atribuye a Pitágoras, no puede tampoco considerarse como fruto de una reflexión filosófica. Esta creencia frecuente entre los primitivos, que no ven el nacimiento sino una reencarnación, se inserta en esos cuentos, tan frecuentes en el folklore, que muestran el alma saliendo del cuerpo y yendo a residir en una animal o un objeto inanimado; y nunca un origen histórico preciso.” (Bréhier, 1942:
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102).
Así las cosas, contrariamente a la afirmación de Bréhier, en este trabajo partimos de la tesis de que la doctrina de la trasmigración de las almas resulta ser un problema filosófico en la medida en que no se puede desligar de la doctrina pitagórica, cuyas temáticas de fondo, revestidas de un fuerte carácter mítico-religioso, implican una toma de posición ética ante el mundo. Por ello consideramos las ideas de la “purificación de las almas”, como escalones necesarios para retornar a lo Uno.
La purificación del alma
¿Qué significado tiene el tema de la purificación del alma? ¿Por qué debe purificarse el alma? ¿Cómo se purifica el alma? Estas son las interrogantes que intentaremos responder en este apartado. El alma es pecadora porque ha cometido faltas en el mundo anterior. El pitagorismo no explica lo que ellos entienden por “pecado”, tenemos que intuirlo. Por otra parte, constituye este mundo anterior la existencia del alma en el más allá en lo suprasensible, o este mundo anterior es simplemente la vivencia que el alma experimentó en la vida terrenal ¿Es la reencarnación una especie de eterno retorno?
A través de las encarnaciones en la vida terrenal el alma se purifica para liberarse lo antes posible de más encarnaciones. Por ello “la vida eterna aparece entonces como tiempo de prueba: unos se esforzará por “asemejarse a lo divino”, para liberarse de la rueda de nacimientos que trae a la tierra las diversas encarnaciones, a los que no se han revelado aún lo bastante puros para una eternidad de felicidad supraterrenal”. (Chatêlet, 1984: 32). Ya que el cuerpo es la cárcel del alma, esta tiene que limpiarse de las impurezas del cuerpo, cumpliendo con las ideas y las prácticas ascético-religiosas del pitagorismo. Desde que el alma toma conciencia de nueva prisión: “ella no vive, no respira, no piensa más que a través de él; y sin embargo, él no es ella”. (Schure, 1987: 377), Cuando la muerte se avecina, el alma presiente su próxima separación del cuerpo: “Ella vuelve a ver toda su existencia terrestre en cuadros breves”. (Schure, 1987: 380).
El alma debe pasar por un estado intermedio de purificación y desembarazarse de las impurezas de la tierra antes de proseguir su viaje (Schure, 1987: 382). El alma, para llegar a ser lo que es, ha sido necesario que atravesara todos los reinos de la naturaleza, toda la escala de los seres, desenvolviéndose gradualmente por una serie de innumerables existencias. (Schure, 1987: 37 4).
Al respecto, Hirschberger nos ofrece una descripción interesante acerca de los caminos que debe seguir el alma para purificarse. Según lo expresado por el pitagorismo, el cuerpo es sepulcro del alma. Por ello se impone un camino de purificación. Este proceso de purificación comprende: la práctica ascética (proscripción de ciertos manjares; guardar silencio; examen a diario de las propias acciones (buenas y malas); el trabajo espiritual, principalmente el cultivo de la filosofía y las
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matemáticas, por medio de las cuales el hombre se abstrae de lo sensible y se espiritualiza; el cultivo de la música que tiene como fin, más que agradar con un son placentero, formar al hombre con su armonía y su regularidad y la gimnasia, que ofrece una buena ocasión para disciplinar el cuerpo en beneficio del espíritu”. (Hirschberger, 1977: 50).
Copleston, refiriéndose también a la práctica ascética, afirma la importancia del silencio, de la música y de las matemáticas, como medios purificadores del alma. Él nos dice que: “La práctica del silencio, la influencia de la música y el estudio de las matemáticas se consideraban valiosas ayudas para la formación del alma”. (Copleston, 1974: 44).
Al respecto para Paolo Lamanna (1970), a los aspectos antes señalados, Pitágoras, le brinda más énfasis a la música, ya que considera que lleva a las almas a la armonía con el cosmos. Así mismo, sostiene que el pitagorismo cultiva la música como un instrumento de educación y de purificación religiosa del alma.
La encarna ción
En Diógenes Laercio (VIII. 36-21 B7) encontramos un testimonio de Jenófanes, (algunos creen que este pasaje es una burla, lo cual está entre lo posible) que cuenta que una vez Pitágoras, cuando caminaba cerca de un perro maltratado, compadecido dijo: “Deja de golpearlo, puesto que él es el alma de un varón amigo; lo he reconocido al oír el sonido de su voz”. (Poratti, 1980: 204). Lo cierto es que este fragmento resalta el carácter omnipresente y omnisciente de Pitágoras, lo cual nos dice que este último está más allá del tiempo. Pero también podemos deducir que esta imagen puede representar una prueba regresiva y no evolutiva del alma. Así pues, A medida que el alma asciende, adquiere una parte más grande en la elección de sus encarnaciones. El alma inferior sufre su imperio; el alma media elije entre las que se le ofrecen; el alma superior que se impone una misión, la escoge por abnegación. Cuando más elevada es el alma, más elevada conserva la conciencia y más clara la irrefragable percepción de la vida espiritual, que reina más allá de nuestro horizonte terrestre (Schure, 1987: 390).
Por otra parte, también Empédocles ha encarnado; (él lo reconoce). Empédocles ha experimentado la encarnación tanto en los animales como en los vegetales. Él mismo dice: “Pues yo he sido un niño y una niña y un arbusto y un pez que, al nadar salta fuera del mar”. (Barnes, 1987: 130).
Algunos estudiosos del pitagorismo creen que Empédocles atribuye a Pitágoras una doctrina transmigratoria, cuando dice este hombre de extraordinarios conocimientos, tiene la capacidad de observar con calma todas y cada una de las cosas que ocurren en diez y en veinte vidas humanas”. (Barnes, 1987: 130).
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La psi que
La “psyche” presupone necesariamente para su comprensión, en la Escuela pitagórica, la doctrina de la Metempsicosis, la cual concibe la idea de una trasmigración de las almas, pero hasta cierto punto con un grado de consciencia; el alma es la psyche el alma no se reconoce en la trasmigración de los órganos del cuerpo (esto no lo toma muy en cuenta el pitagorismo). El alma transporta a la psyche, y esta se mueve en trasmigración anímica.
Barnes reflexiona al respecto, a la vez que presenta un bosquejo de todo lo que hasta ahora hemos tratado sobre la encarnación. Él nos dice que la Metempsicosis “proclama una supervivencia personal tras la muerte del cuerpo”. Pitágoras en la historia de Jenófanes, reconoció en el perro a su amigo; Empédocles, según sus propias palabras, había sido un niño, una niña, un arbusto y un delfín; (pez que al nadar salta fuera del agua) cuando mi psyche se mueve, yo me muevo con ella, y si mi psyche se encarna en algún ser, entonces, yo soy algún ser.
“Pero la trasmigración de mi hígado o el trasplante de mi corazón no son asunto mío: mis entrañas no me constituyen. Si la trasmigración de la psyche cumple con el deber que le impone el pitagorismo, solo puede ser porque la psyche, a diferencia de las entrañas, está íntimamente relacionada con el ser”. (Barnes, 1987: 132).
En los textos más apegados al misterio del pitagorismo, se habla de la “Psiquis”, como la conciencia de las trasmigraciones del alma. Estos expresan que: “en su ignota profundidad, la divina Psiquis contempla con mirada fascinada todas las vidas y todos los mundos: el pasado, el presente y el futuro que une con la eternidad” (Schure, 1987: 372).
Hay que reconocer que el pitagorismo realiza algo sumamente interesante al unificar la trasmigración del alma con la psyche, dando como resultado la metempsicosis, puesto que: “La metempsicosis aseguraba la supervivencia personal, y la forma de supervivencia era la trasmigración de la psyche”. (Barnes, 1982: 132- 133).
Para Barnes, la psyche de Pitágoras es lo que constituye la conciencia y la personalidad del ser. La psyche es el ser y la metempsicosis es la doctrina de la transcorporeidad del ser. Pero quizás la pregunta o las preguntas cruciales sería (n): ¿Es la psyche una especie de eterno retorno como conciencia de la trasmigración del alma, de la encarnación? ¿Descansará finalmente la psyche?
La respuesta es afirmativa, para los “iniciados”, a la vez que ellos también se preguntan: ¿Cuál es el objetivo final del hombre y de la humanidad? después de tantas vidas; de tantas muertes, de renacimientos, de calmas y despertares, ¿hay un término a las labores de la psiquis? Para los “iniciados”, esto es una realidad ineludible, ya que: “Cuando el alma haya definitivamente vencido a la materia y haya encontrado en sí mima el principio y el fin de toda cosa, entonces no siendo la encarnación necesaria, entrará en estado divino por su unión completa con la divina inteligencia”.
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(Schure, 1987: 393). Hasta llegar al “el final del camino”, el retorno a lo Uno, cuando los opuestos en armonía retornan también a la unidad, ya que lo Uno integra lo limitado (perfecto, finito, impar) y lo ilimitado (imperfecto, infinito, par). Aquí la metacosmosis está al servicio de la metempsicosis. Ahora el tema está abordado y ya se mostró el camino. El fin del camino es el retorno a lo Uno.
La doctrina de la trasmigración de las almas encontró un buen lugar en el misticismo - religioso de la época, así como en la filosofía (cuando se mezclaban ingenuamente la filosofía con la mitología, el misticismo y la religión). No obstante, gracias a la evolución del pensamiento filosófico y a la introducción del racionalismo y el empirismo, cualquier doctrina que implique un más allá ininteligible y suprasensible, esta va a perder peso como problema filosófico.
En general en el pensamiento griego, y de manera especial, en el periodo clásico, la existencia del alma nunca fue un problema. Lo que sí se cuestionó fue su naturaleza y características. Las distintas soluciones fueron coincidiendo en tomar como punto de partida uno de estos dos hechos: la existencia de la vida en el ser humano y su actividad cognoscitiva racional. Si al alma se relaciona principalmente con la existencia, entonces tendremos la posición aristotélica. Para Platón por el contrario, el alma básicamente es principio del conocimiento racional. (Chávez, 1996: 73).
Conclusión
La escuela pitagórica es más conocida por su teoría de los números. Cultivaron el concepto de número, que llegó a ser para ellos el principio crucial de toda proporción, orden y armonía en el universo. A través de estos estudios, establecieron una base científica para el estudio de las matemáticas. En geometría descubrieron el teorema de la hipotenusa, conocido como teorema de Pitágoras. En el campo de la astronomía propiciaron un gran avance en el pensamiento científico clásico.
En el campo de la metafísica su aporte es invaluable, Pitágoras fue un pensador místico, un reformador moral y religioso. Mantuvo en su doctrina un principio de ética de purificación para la salvación del alma inspirada en la doctrina órfica. En otras palabras el pitagorismo aunó las creencias éticas, sobrenaturales y matemáticas en una visión espiritual de la vida, en la cual enseñaron y practicaron un sistema de vida basado en la creencia de que el alma es prisionera del cuerpo, la cual se libera con la muerte y se reencarna en una forma de existencia, más elevada o no, en relación con el grado de virtud alcanzado en su vida terrenal.
El principal propósito de los seres humanos tendría que ser la purificación de sus almas mediante el cultivo de virtudes intelectuales, la abstención de los placeres de los sentidos y la práctica de diversos rituales religiosos
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Referencias
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Víctor Manuel Alvarado Dávila, recibió su maestría en Filosofía en la Universidad de Costa Rica. Es profesor Adjunto de la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica. Ha escrito varios artículos en temas relacionados con el existencialismo, estética y filosofía general. Correo electrónico: victor.alvarado@uc r.ac.cr
Alexis Francisco Sandoval Vásquez, es Licenciado en Filosofía por la Universidad de Costa Rica y candidato a Doctor en Ciencias de la Educación en la Universidad Católica de Costa Rica. Es profesor Asociado de la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica. Ha escrito varios artículos en revistas especializadas en temas relacionados con la filosofía de la educación y filosofía general. Correo electrónico: alexis.sandoval@ucr.ac.cr
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